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El amor a la salud impone la higiene (página 2)




Enviado por Pedro Sandrea



Partes: 1, 2

La ciudad, mirado desde ese punto de peligro de
infección, habría por fuerza que
confesar que ha sido un equívoco su formación, y lo
es en cuanto a carestía y enfermedades; pero esto es
secundario, ya que se impone por ley de progreso
la unión del esfuerzo de todos los individuos, puesto que
nadie se basta a sí mismo; y además está la
ley mayor y mandato omnímodo de amarnos todos como
hermanos.

Luego los peligros de enfermedad y la carestía de
la vida que ocasiona la vida ciudadana, no se puede tener en
cuenta más que como cuestión económica, que
debe salvarla la moral que
al pueblo se inculque con el ejemplo.

Cuando el colegio sea lo que tiene que ser, el
jardín donde se estudia cada planta, entonces esa moral
será eficiente, porque cada niño, cuando salga de
él, sabrá sus cuidados, deberes y derechos para consigo mismo
y para con los demás seres de la sociedad.

Esto no ha podido ser mientras las religiones han tenido bajo
su férula la educación de las
juventudes, con cuya moral irracional ha pervertido el sentido y
los sentimientos.

La fórmula irracional prohibitiva impuesta por
esa educación antinatural, ha degenerado muchos
grados a la humanidad.

Es pues, que, para que el cuerpo sea sano, es necesaria
la higiene; pero
también es de necesidad, que el hábito de la
higiene sólo puede ser cuando el espíritu es
progresado.

No ha de tomarse las cosas por los extremos, como los
que toman la higiene por mero gusto y placer, encareciendo los
productos que
el progreso alcanza y saca a la naturaleza,
con lo que privan a los demás de esos medios.

Al respecto, el maestro educador, con el concurso del
médico higienista del colegio, entre los conocimientos
útiles que debe llevar cuando ya sale el educando para
formar parte en la vida ciudadana, ha de figurar en nota
especial, cuantos baños y qué clase de
baños debe tomar; qué ejercicios y que cantidad a
su estructura y
psicología, lo mismo que la cantidad y
calidad de
alimentos y la
ocupación conveniente, arte, oficio y
ciencia para
que viene más dispuesto, el tipo de mujer que para
formar su hogar le conviene, conforme a sus
cualidades.

Todo esto es de rigor que lo sepa el hombre y
la mujer, antes
de entrar a la vida ciudadana, y sólo con ello se
tendrá la moral necesaria y la higiene se impondrá
por sí sola, asegurando la salud del individuo y
por lo tanto la felicidad posible en la familia
ciudadana.

La vida campestre lleva consigo muchas ventajas a la
vida ciudadana para la salud individual; pero hay que confesar
que eso es demasiado egoísta y antiprogresista y se impone
la vida en la ciudad. Pero no es menos cierto también, que
en el campo no puede el individuo tener todas la cosas que puede
tener en la cooperación comunal de la ciudad, en la que
tampoco cada familia ni
individuo puede tenerlo, porque no se basta nadie a sí
mismo. Lo que no es necesario argumentar y por lo cual prueba
que, "el amor
ciudadano es más perfecto que el amor de
familia".

Además, en el amor ciudadano, se impone "el amor
a la educación", por el bien social. Pero parece una
contradicción hablar del amor a la educación, al
ver que el 50% de los estudiantes y de los hijos de la familia,
protestan siempre por el sometimiento a la
educación.

Cualquiera tiene recuerdos de sus protestas internas o
externas a la disciplina del
colegio, como a las prédicas del maestro; y pocos y casi
nadie puede preciarse de no haber causado una lágrima a su
madre y una desazón al padre por las mismas
causas.

Sin embargo, se hecho el mandato del padre al someterse
a la disciplina del maestro. ¿Qué pasa para que se
proteste de lo que al fin se termina haciendo? Pasa que, el que
protesta es el animal-instinto y el que se somete al animal es el
"espíritu" que hace hacer razón.

Es una imposición demasiado dura a los instintos
animales de
que se compone nuestra alma y cuerpo,
que tiene por ley la vida natural instintiva, libre, sin
razón; pero así como les llegó a esos
instintos el momento de su evolución capaz de formar en el conjunto el
cuerpo y alma de hombre,.así también le llega ese
mismo momento el deber de correspondencia y obediencia superior,
que en buena ley sacó del dominio animal,
sin dejar de pertenecer a él, pero formando en el ser
racional, que crea y sostiene el progreso y ese superior es
sólo y exclusivamente, su espíritu, que es la
entidad real, constante invariable en su ser y cargo de creador
de formas, "En él estaba la vida y la vida es la luz de los
hombres" escribió Seth hijo de Adán y Eva del
espíritu. He ahí toda la razón de dominio; y
por antagonismo, toda la razón de la protesta de los
instintos, que vivían beatíficamente en su ley del
reino animal, pero que el progreso les impone ascender y esa
ascensión es formar parte del alma y cuerpo del hombre.
¿Pero acaso la protesta misma no es la confesión de
la existencia del antagonismo? Porque protestan lo instintos, es
porque forman en el cuerpo y el alma del hombre; y he aquí
cómo de un mal se extrae un mayor bien.

La protesta pues de los instintos, hace el mérito
de la ascensión y triunfo del espíritu, el que
imprime a la consciencia un sentimiento de amor propio doblega al
hombre a hacer todas las cosas que no haría sin ese amor
propio de sobre-pensar, o por lo menos igualar en hechos y
méritos a sus émulos, que son para el hombre, los
otros hombres; y para los instintos, los otros instintos, que ya
sometidos al espíritu, cumplen el mandato de éste y
sin dejar de ser instintos animales, viven ya hechos razón
o racionalmente, y esto es lo que constituye la diferencia del
ser hombre, del ser animal.

En efecto, esa anulación que se presenta al
parecer inconscientemente entre los ciudadanos, "impone sin
obligar", es decir, sin una extorsión deprimente, aunque
no esté exenta de cierta "dulce tiranía", creada
por las necesidades sociales, que tocan de lleno a cada individuo
moral. Pero aquí surge un argumento grave, "que tocan de
lleno a cada individuo moral" Lo que revela que "hay hombres o
individuos inmorales", a los cuales, "no toca de lleno" y a lo
más, les toca tangencialmente el deber de correspondencia
social.

Es una desgracia, en verdad; pero por duro que sea
sentarlo, por esa desgracia se presentan un cúmulo de
injusticias en todos los órdenes, en todos los gobiernos;
lo que está probado en esas últimas hecatombes y
revoluciones sociales, que son motivadas por los hombres que
viven al margen de los deberes, pero que se abrogan todos los
derechos para sus instintos sin dominio y sin amor a la
educación.

Sí los parásitos de cualquier clase que
sean, civiles o religiosos (si cabe la división, porque no
cuesta algo probar que todos son religiosos, aunque no frailes),
se abrogan todos los derechos y no admiten deberes.

Pero el espíritu va sometiendo uno a uno los
instintos, agregándolos a la razón, y esos mismos
tiranos parásitos de siempre, acabarán
también por "hacerse deberes" para poder tener
derechos, o tendrán sus espíritus que salir en
destierro al mundo de su afinidad. "Los mundos son infinitos y el
hombre ha de vivir en todos los que existen", fue dicho a
Abraham.

Aquí, los ligeros, los inmorales, los
supremáticos, los que se abrogan todos los derechos, sin
acepta ningún deber, dirán que esto es una
imposición de fuerza, "una injusticia a su libre
albedrío". Si el Creador no tuviera esa justicia
rigurosa, sería un imprevisor e impotente, puesto que
demostraría que se le impone cada uno de esos
protestantes.

¿Qué tenéis libre albedrío?
Sí, dentro de la ley de igualdad y la
justicia; lo que obliga necesariamente a tener los mismos deberes
para no dañar a vuestros semejantes; y no se pueden torcer
la leyes universal
y, hay que vivir bajo las mismas condiciones naturales, sin que
se pueda esquivar de nacer y morir como cada cuál, que lo
azota el viento con la mis intensidad; que lo moja el agua, que
lo quema el fuego y lo baila el terremoto, sin diferencia de los
demás, salvo el mayor horror y susto, por tener una sucia
consciencia.

Cuando el amor a la educación moral (que
sólo radica en el trabajo)
sea el deber, entonces se empezará a tener derecho de
respeto, derecho
a que la ley Suprema defienda; y mientras no adquiera ese
derecho, no se habrá demostrado tener amor a la
educación; y el no tener amor a la educación, que
no ha de ser servil, sino fraternal.

Efectivamente, es ésta una verdad irrebatible y
está confirmada en todos los actos de la justicia humana,
a pesar de su gran imperfección.

Si se registran los numerosos procesos de
toda índole, de todos los tribunales civiles, se encuentra
que todos los litigantes y los procesados por crímenes de
cualquier categoría y calidad, no se amaban ni
fraternalmente, ni como buenos ciudadanos; lo cual prueba la
razón, que sólo el amor ciudadano impone la
educación por el bien social.

También, en los cargos y servicios
comunales de la ciudad, se exige con justicia cierta
preparación, según los cargos, para un buen
desempeño; lo que obliga a una
educación adecuada de cada ciudadano, porque todos
deberían ser aptos para los cargos ciudadanos. Y como esos
cargos bien desempeñados dan brillo y nombradía a
los que pueden y los desempeñan bien, es otra
obligación y eficaz estímulo para doblegarse a la
educación.

Es indudable que eso es sacrificio a la persona; pero
está compensado en el disfrute del mayor bienestar y
comodidades que reporta el esfuerzo unido. Además ese
sacrificio denota un grado de moralidad, la
que cuanto mayor es, mayor es el aprecio que se hará del
virtuoso.

Hasta hoy es muy raro que se elija al hombre por
méritos de moral y mil veces son relegados muchos hombres
de buena disposición y alto grado de moral; pero esto es a
causa de la supremacía que se abrogaron los de arriba
(clase altas), que son siempre parásitos religiosos,
aunque parezcan que son civiles.

Pero también es cierto que el pueblo no se
ocupó de su moral propia, ni se dio más valor que el
que esos mismos plutócratas le quisieron conceder con las
falacias de sus principios
irracionales de derecho divino, ignorancia impuesta. Y tanto
denigraron al pueblo, que en mil ocasiones se sublevó y
dejó manchas sangrientas que le dieron el título de
"bárbaro y baja clase", siendo en verdad, sino el "hombre
ofendido vilmente" que se defiende, aunque sea sólo por el
instinto de conservación. ¿Y qué ha
resultado de todas esas falacias? La revolución
social, en la que caen las dos clases, medias y alta, a la tumba
que se cavaron ellos mismos.

No es ignorante el hombre por no saber letra. Las
evoluciones y campañas del espíritu son su continuo
estudio y ahora están entre los trabajadores, todos los
progresados, cuyo pensamiento es
más valioso y potente que la oratoria
aprendida en libros
inmorales que se cursan en la universidad
monopolizada y monopolizadora. Esta verdad se puede probar en
cualquier asamblea o congreso de rústicos trabajadores, en
miles de libros escritos por hombres que no pisaron las
universidades y que sirva de ejemplo la obra de esta Escuela, la que
no podrán rebatir "ni con sofismas" entre todos los
falaces autócratas.

 

 

 

Autor:

Pedro Sandrea

Partes: 1, 2
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